viernes, 31 de enero de 2014

Las buenas mentiras

Estaba escuchando la radio y hablaban de mentir o no a los hijos... y he recordado cómo entraron mis hijos en el Conservatorio de Música.
Tenían 8 años y solían jugar en el parque delante del conservatorio. Allí, mientras jugaban, se acostumbraron a ver a chavales entrando y saliendo del edificio, cargados con extrañas maletas. Maletas enormes o enanas, cuadradas o con formas curvas dibujando la silueta de un chelo o de una guitarra... Además desde el parque se oían los sonidos de las escalas un y otra vez, o canciones más o menos difíciles. Yo les pregunté si querían estudiar música y me contestaron con un rotundo no. Así que me las tuve que ingeniar para introducirles en el mundillo musical.
Cuando salió la convocatoria allá por el mes de mayo les apunté a los dos sin preguntarles... y entonces llegó el día en que debían pasar las pruebas de admisión. Por la mañana miré en qué aula les tocaba y ya por la tarde les bajé al parque a jugar como siempre, media hora antes de la hora en que les habían convocado. Jugaban "tranquilos" cuando ya empezaron a llegar niños de su misma edad y a entrar en el edifico. "Debe de haber una fiesta o algo, vamos con ellos" les dije y entusiasmados se dejaron guiar hasta el conservatorio. Cuando llegamos a la clase señalada les puse en las manos a cada uno un lápiz y una goma. "Haced lo que digan los monitores y portaos bien" y les dejé allí dentro del aula, pasmados mientras yo huía pasillo abajo.
Hicieron las pruebas y entraron en el conservatorio. No fueron los primeros de la lista pero cogieron unos instrumentos que les gustaban... aunque no sabíamos lo que era una trompa: "Yo quiero la trompa.. como los elefantes" dijo Lw en su turno y volvió a sentarse en el salón de actos.... buen criterio para elegir instrumento, sí señor.
Se tiraron nueve años estudiando música. Yo pensaba obligarles a cursar el Grado Elemental (cuatro cursos), pero no hizo falta incluso fueron ellos quienes decidieron seguir con el Grado Medio. A día de hoy saben música, saben esforzarse, tienen autodisciplina, amigos y experiencias inolvidables... ¿Quién se atreve a decirme que todas las mentiras son malas?