Este sábado hemos estado visitando a un tío de Lw que tiene una granja en la sabana. Como manda la cultura africana, les hemos llevado algunos alimentos: aceite, azúcar, arroz, sal, leche en polvo, té y lo más pesado, un saco de 25 kilos de harina de maíz (milli-mil, Mother´s Pride) que casi nos desloma, pero es lo que más se consume aquí, lo toman con todas las comidas.
| La del medio soy yo |
Para poder llegar nos acompañó Denis, uno de sus 21 hijos vivos (10 ya murieron) porque los caminos se bifurcan demasiadas veces
como para poder seguir unas indicaciones. Nótese que digo “caminos”, de los que
tienen tres dimensiones, ancho, largo y alto/bajo, no como las carreteras que
solo tiene una, a lo largo... es lo bueno de la tierra, que te ofrece variedad,
pero claro tardamos 45 minutos en hacer 14 kms. La vivienda de “la granja”consta
de cinco o seis construcciones separadas hechas de adobe y techo de paja. Una
es el salón con su tele y su parabólica, otras son dormitorios, otra almacén y
la más grande es la cocina-sala casi el triple que las otras. Al llegar aparcamos
bajo un árbol y salieron de la cocina-sala, varias mujeres, las dos primeras
eran las esposas de Lazarus, que nos saludaron con una reverencia.
Luego nos llevaron al interior del
salón y en riguroso orden entraron a saludarnos todos los miembros de la
familia, primero otra vez las esposas, la mayor y luego la menor. Luego los
varones (no sé si eran hijos, nietos, biznietos o sobrinos) y por fin las
mujeres, de mayor a menor.... todos con el mismo apellido de Lw.
| La sala-cocina donde nos cocinaban el nshima |
El saludo es
muy cortés, ponen una rodilla en tierra, inclinan levemente la cabeza y dan la
mano a cada uno de nosotros con un “how are you?” y luego salen sin dar la
espalda en ningún momento. El interior del salón consta de sofás, butacas y mesa
baja de centro. En las paredes cuelgan fotografías unas en blanco y negro y
otras en color. Lazarus nos enseña la foto con la piel de leopardo que él mismo
mató con una lanza muchos años atrás, dice tener unos ochenta años. Otros
utensilios también están en soportes por las paredes, un paraguas, una olla...
y en otra mesa un televisor protegido con plásticos. Hay buena temperatura
dentro pero un par de avispas que salieron de un nido en una esquina me estaba
poniendo nerviosa. Salimos fuera y nos sentaron a la sombra de otra cabaña en
hamacas hechas por ellos. Corría cierta brisa y de repente un remolino a lo
lejos levantó hojas y polvo, entonces Denis con el puño cerrado levantó el dedo
meñique y con ese dedo señaló al remolino hacia donde debía ir, para que se alejara
de nosotros, dijo... (yo con cara de póquer)
Mientras charlábamos allí
sentados, las mujeres entraban y salían de la sala-cocina, nos estaban
preparando algo para comer. Llegó más gente y se nos presentaron, lo de la
rodilla en tierra es que no gusta nada... Nos pasaron de nuevo al salón y
tomamos nshima con relish (acompañamientos) con una
tortilla de color anaranjado de las que ya no existen en Europa. Como se come
con las manos, primero siempre hay que lavárselas, así que vino Denis con una
balde y una jarrita y nos echó agua a cada uno de nosotros (hay que decir “ya”
o no paran, y con una jarrita se lavan hasta 6 personas.)
| Depósito de maíz lleno hasta arriba |
Después en el coche y fuimos unos
12 a ver la granja de Denis, que está junto a la de su padre Lazarus. Y ¿qué
tienen allí? Un depósito con toneladas de maíz y una máquina de moler maíz, que
funciona con un generador. Ellos venden milli-mil a toda la zona... y nosotros
les llevamos un saco de ¡¡25 kilos!! Muy educadamente no dijeron ni pío pero
jo, ¡qué corte! Pero es que nos siguió
enseñando, sacos de algodón a la espera de que suban los precios, cabras, patos
y .... vacas .Tienen una manada de vacas para su propio consumo diario de
leche... y les llevamos leche en polvo. ¡Ay, ay! No sé cuanta gente tienen allí
trabajando pero algunas cabañas son habitaciones de trabajadores. En fin, ya
llegó el momento de marcharnos. Con un palo largísimo nos cogieron tres papayas
de varios kilos y tras sacarnos fotos nos regalaron un pollo... ¡vivo! Que aceptamos
con una educación refinada tras rechazarlo en un primer momento.
| Lazarus y el objeto de nuestras preocupaciones |
Pero ¿qué hacemos con el pollo? Esperamos al lunes que lo
mate Frederick, pero mientras, ¿lo soltamos por el jardín? ¿le damos pan para comer? Al llegar a casa lo pusimos sobre la hierba y hacía
“coroco” mientras lo mirábamos sin palabras.Entonces mis hijos llamaron a su
amiga Hellen (17 años), que vivimos jardín con jardín y dijo “No problem, we
kill it” Nos mandó hervir agua y llamó a su primo de 14 años. Cogió el pollo,
le pisó las alas, hundió el cuchillo en la tierra y luego tapándole el pico a
la vez que le levantaba el pescuezo, se lo rebanó. Echó la sangre en un rosal y
la tapó con tierra. ¡Hala! Total, unos 60 segundos. Luego, Viviane de 12 años
lo desplumó con el agua caliente en otros 10 minutos. Les regalamos una
papaya y se fueron. Tardamos más de una hora en sacar lo que un pollo tiene
dentro... de todo, y en trocearlo -¡la carne oscura!-. Ahora lleva tres horas
en el fuego, a ver si podemos comerlo después de tanta aventura.

