¡Ay!¡Qué lástima! Se acabó el fin de semana. La verdad es que me lo he pasado genial... además ha hecho bueno y cuando en Cantabria sale el sol todos los autóctonos salimos de nuestras madrigueras a estirar nuestras patitas sobre cualquier superficie que esté expuesta a sus benditos rayos. Y es que de repente todo brilla, todo el agua acumulada en el campo, los charcos, las plantas ... echa destellos y ¡qué maravilla! por unas horas no hay crisis, ni primas, ni leches y solo importa coger sitio en la playa, un buen sitio donde no te dé el viento o sobre la yerba o en los bancos repletos del paseo de Pereda... buscando el sol y su energía.
Nosotros nos hemos ido al pueblo, hemos comprado buena carne tudanca y un par de botellas de vino. ¡Suficiente!
La verdad es que tenemos tantas cosas, tanta suerte de vivir donde vivimos... y no nos damos cuenta hasta que no vemos el peligro sobre nuestras cabezas. Porque estar tumbado en tu pra´o, con un libro, en una hamaca, y levantar la vista para ver las montañas (aun llenas de eucaliptos) y dos milanos sobrevolando el pueblo... tener todo eso en compañía de quien deseas ... tener todo eso y tiempo para saborearlo es para mí el culmen de la felicidad.
Me encanta perder el tiempo observando las lagartijas sobre el muro lleno de helechos y madreselva, se persiguen unas a otras y a veces caen al suelo con un ruido que te sobresalta. ¿Y las hormigas? Esas sí que son un mundo, les pones obstáculos, comida para cargar, un palo dentro de la madriguera... y ellas dale que te dale, camina o revienta, impertérritas. Parece que no hay nada allí, en el pra´o (mi madre le llama La Finca que es más cool) pero la vida rebulle si eres capaz de tener los ojos bien abiertos. ¡¡Ayyyy, qué bonitu todu!! Deseandito de volver...
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