Ya estamos en África, es más llevamos 28 horas pisando esta
tierra, bastante polvorienta por cierto -dice Lw que es porque estamos en la
estación seca-. Le pregunto si hay dos la seca y la húmeda, y me contesta que
cuando era pequeño sí, pero que ahora hay tres: el invierno seco, el verano
seco y el verano lluvioso. De momento me niego a preguntarle con qué meses se
corresponden porque debo procesar demasiada información como para interesarme
por esa menudencia. Yo estoy en el invierno, que solo hay uno SECO y por eso no
me he traído ni el paraguas ni las katiuskas.
El viaje fue sobre ruedas, bueno sobre ruedas hasta Madrid, luego sobre alas ¡jajaja!, what a stupid
joke! Cabían bien las maletas en el mini-maletero de mi coche y no tuvimos
necesidad de mandar a nadie en autobús. Como el avión salía a las 22.10 daba
tiempo de coger el bus ALSA de las 12:00. El plan era perfecto, sí un poco
hasta última hora pero somos así.
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| Aeropuerto, al fondo el edificio mas alto del mundo |
Recorrimos la ciudad buscando gorras y bufandas de España
para regalar con tan mala suerte que, con eso de que llegamos a ser los
campeones, nos os lo vais a creer, casi no quedaba nada, excepto banderas.
Total que conseguimos tres gorras, un cutre banderín con ventosa y una cartera
más cutre que el banderín. Pero fue culpa de Lw que la noche antes me dijo que
eran un éxito y que a ver si encontraba
más... a última hora, como no.
Después de parar en dos Mac´Donalds (son únicos para vigilar
el coche desde su interior fresquito) llegamos a la T4, tan lozanas, ya que
conduje yo una mitad y mi hermana la otra. Para facturar las maletas –ibamos
con Emirates- hicimos una cola variopinta del mundo: hindús, japoneses,
árabes... individuos que con una educación exquisita no se agacharon a coger
los 20 euros que había tirados en el suelo y sobre los que yo me abalancé en
cuanto los tuve en mi campo de visión ¡Pejigueros!
Luego hicimos el tarín tres horas por el aeropuerto: echamos
la primitiva, compramos los típicos chocolates de oferta (Kinder Bueno) nos
echamos 4 o 5 colonias de las muestras gratuitas y por fin, nos fuimos a la
Gate que ponía en las pantallitas. Estábamos allí esperando y llegaron las
azafatas. Buahhh, ¡qué espectáculo! No sé si alguna vez las habéis visto,
llegan todas desfilando con paso lígero con esos gorritos rojos y el velo
blanco ladeado y cada una de una raza
diferente, igual eran veinte.Un verdadero show.
El avión grande con filas de tres a los lados y cuatro en
medio. Como los elegí por Internet, cogí tres asientos seguidosjunto a una
ventana. La diversión estaba en la pantalla individual, llena de juegos, pelis,
noticias etc. Vi la pelí del Hotel éxotico Marriot, esa que Leti recomendó en
su blog, y genial ¡¡No hablaban en mexicano!! Lo único es que cada vez que
decía algo el capitán te la paraban. Llegó la cena, yo había escogido
previamente por Internet el menú
vegetariano ovo-lácteo de entre los quince menús que había y me llegó antes que
los normales, ¡qué bien! Tenía un hambre, eran las 12.30 de la noche. Todo
perfecto si no hubiera sido por una pareja que se sentó él, Fran, delante de
mí, y ella, Eva, detrás de mí pero con el pasillo de por medio. Mira, de
verdad, si no se llamaron cien veces... y encima Fran no entendía mucho inglés
y pidió Fish, pero no le gustaba y “Eva, que me han traído salmón” “Fran, pero
no te han dado a elegir?” “No me dijeron que fish” Y entonces Eva protesta por
Fran a la azafata y la chica le dije que nones, que ya se ha comido el
acompañamiento, que no sé qué era porque Ni-Lw cogieron carne (para eso sacaron
notable en inglés ¡EA!) y que nada monada. Entonces Eva decide darle la mitad
de si chicken y se lo pasa por el pasillo mientras las azafatas suben y bajan
continuamente... y así todo el viaje, hasta que Eva pertrechada con: manta,
antifaz, tapones de oídos, almohada de viaje y, por los ronquidos, una
pastillitas se quedó sopa, sopísima hasta Dubai. Menos mal. Fran, como Ni-Lw,
no pegó en toda la noche ojo jugando a matar espías y viendo pelis de las
buenas. Yo debí dormir un par de horitas, hasta que el sol empezó a salir a las
TRES de la mañana sobre el desierto allá abajo, claro eran las cinco en Arabia.
Cielo rojo, rojo desde el avión, chulísimo... y Eva roncando.
Por fin aterrizamos en Dubai. Sobre la pista muchos aviones
con la cola pintada con la bandera negra y verde, básicamente. Teníamos solo
dos horas allí. Ese aeropuerto sí que es un espectáculo. Jeques de negro,
jeques de blanco, un árabe y tres esposas de las que solo ves los ojos pasan en
un cochecito tipo magadaleno, militares con ametralladoras, ejecutivos
occidentales, indias con lunares en la frente y sharis de seda... en fin, el
mundo (rico) allí metido. Muchas tiendas venden oro de 24 kilates y están allí
expuestos enormes collares, pulseras... También hay muchas sillas-tumbonas
todas ocupadas, por cierto, para viajeros en tránsito y una super fuente que
deja caer el agua por una pared de mármol negro que ocupa cuatro pisos... y
allí el agua es un tesoro. Desde los ventanales se ven rascacielos y la torre más alta del mundo difuminados por
una capa de ¿arenilla? que debe de cubrir la ciudad.
Bueno por hoy, ya vale, es que me matan los detalles...